Trans no siempre es beautiful. La experiencia de Denis Alex Pérez

Mel Herrera Fotos: Marcos Antonio Fernández Ni biología ni destino 17/5/2023
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Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

Denis no se siente orgulloso de ser trans. Y lo dice sabiendo que sus palabras resultan polémicas y sirven de alimento para los grupos antiderechos: siempre a la caza de cualquier narrativa individual que les sirva para confirmar sus sesgos, convertirlos en una narrativa generalizante y en arma contra los derechos del colectivo.

Cuando él dice no sentirse orgullo de ser trans se refiere a que no encuentra nada de qué enorgullecerse por el hecho de serlo. No es por autoodio o falta de aceptación personal, sino por lo que significa ser trans en las sociedades modernas; una experiencia cada vez más visible, pero de la que también a veces se siente harto.

Sin dudas, hoy vive mucho más feliz y cómodo en su cuerpo que hace seis años atrás, cuando vivía como una lesbiana masculina, “una marimacha”, especifica. Algo común en el devenir trans. A menudo las personas trans tenemos una “primera salida del armario” enfocada en la orientación sexual y no en la identidad de género. Esto tiene dos causas principales. La primera: por supervivencia. Hoy día es mucho más seguro salir del armario como gay, marica, pájaro, lesbiana, torta, que como trans. La segunda: debido a una injusticia hermenéutica, esto es, un tipo de violencia epistémica ‒conceptos desarrollados por Miranda Fricker en su libro Injusticia epistémica. El poder y la ética del conocimiento‒, que está relacionada con el acceso al conocimiento y que explica cómo, debido a prejuicios estructurales, “una brecha en los recursos de interpretación colectivos, sitúa a alguien en una desventaja injusta en lo relativo a la comprensión de sus experiencias sociales”.

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

El acceso a un lenguaje trans desde edades tempranas, a referentes cercanos y a una libre autodeterminación de género, sin estigmas y despatologizada, son propuestas que facilitarían la verbalización de su experiencia al sujeto trans. Al ser casi nulas, se nos hace muy difícil el proceso de interpretarnos, reconocernos y nombrarnos. La opción más viable es hacernos entender a través de la lógica de personas que no son trans, y de las narrativas que el aparato médico-jurídico y la academia nos han impuesto.

Por tanto, no es nada extraño que Denis durante algún tiempo se asumiera lesbiana. Aun así, sabía que esa categoría era insuficiente para explicarse a sí mismo: “Yo sabía que no era eso, justamente por lo que significaba lesbiana para mí: mujer que le gusta otra mujer. Y yo no era una mujer, no me sentía una mujer”.

Por ese tiempo, en 2018 ‒con 21 años‒, entró en la Facultad de Ciencias Médicas y fue allí que encontró un nombre a su experiencia de género. Mientras hacía las prácticas en la morgue del hospital Miguel Enríquez, conocido como La Benéfica, tuvo un profesor, Zafiro, de quien se hizo muy amigo. Desde el principio los unió una conexión desconocida. Un día, agobiado por vivir oculto y sin poder expresar su sentir, le dijo a Zafiro que necesitaba hablar con él. Le contó cómo se había sentido siempre y su deseo de ser un hombre. Denis se podía imaginar cualquier respuesta menos la que Zafiro le dio. El profesor le confesó que él había sido asignado mujer al nacer y que había hecho una transición al género del que siempre se sintió parte. Era un hombre trans. Para Denis fue una verdadera sorpresa y, más que eso, un aliciente. Encontrar a otra persona como él y que hubiera vivido su misma inquietud de género, le hacía sentir menos solo y confuso. Supo entonces que existían los hombres trans, e intuyó que él era uno.

Meses después dejó a un novio que tenía para callar a la familia y disipar los rumores de lesbiana entre los vecinos. Empezó una relación con alguien que vivía como mujer en aquel entonces y que trabajaba en La Benéfica. Con su nueva pareja, a ojos del mundo, una mujer varios años mayor, tuvo una relación que describe caótica. Todo un escándalo familiar. Era su primera relación “lésbica” y, por si fuera poco, se trataba de una mujer mayor.

Discutían mucho. A medida que pasaba el tiempo, Denis notaba comportamientos que para él eran conocidos, ya los había experimentado. “Yo la notaba hombre, con cosas de hombre, y no como lesbiana masculina. Yo veía que era algo más que eso, como yo, pero tampoco tenía palabras para lo que le pasaba”, dice.

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

A los tres años de relación, coincidiendo con la marcha del 11 de mayo de 2019 (11M), Denis se sentía listo para confesarle la verdad a su pareja. Quería comenzar su transición de género: una serie de tecnologías de género y terapias afirmativas para hacer visible el género de la persona trans, en los términos en que lo entiende y lo desea vivir. Estaba cansado de llevar una vida que no era la suya.

Confiesa que el 11M fue una de las causas que lo impulsaron. El ímpetu que insufló el activismo independiente en ese año no lo dejó inmóvil. Fue un despertar. Entonces dijo “esto no lo soporto más” y le confesó a su pareja que él era un hombre, así se había sentido siempre.

Su pareja no lo entendió. Le dijo que no le gustaban los hombres, que si hacía la transición tendrían que terminar. Denis desistió un tiempo. No era su momento. Mientras tanto, vio con cierta envidia a un amigo que acompañó en su transición.

Las discusiones continuaron y la relación cambió. Su pareja empezó a relacionarse con otras mujeres y él decidió, entonces, comenzar a transicionar. Primero se cortó el cabello hasta la mitad de la espalda. Lo tenía por la rodilla. Luego, se lo dejó por los hombros. Todo en menos de un año. Él y su pareja se separaron un tiempo, luego se reencontraron y volvieron. Supuestamente, esta vez, su pareja ya lo entendía como hombre, pero dice que fue peor el remedio. A medida que los cambios físicos, provocados por las inyecciones de testosterona, eran más visibles en Denis, su pareja asumía cada vez más una actitud hostil y de rechazo: “Como al principio, como la primera vez que le conté la verdad. Hasta que un día en una discusión le dije: lo que te pasa es que tú eres lo mismo que yo”.

Aquello fue una epifanía para su pareja. Del impacto, pasó a la negación. Y, después de quince días aproximadamente, le confesó que tenía razón, pero que no sabía cómo expresar lo que le pasaba, no había sabido explicarse. Toda su vida había querido ser un hombre.

Transicionaron juntos alrededor de un año y, luego, se separaron definitivamente.



Para Denis, como para muchas personas con sexualidades e identidades de género no normativas, su familia ha sido, lo que se dice, un tema complicado. En casa le llaman “D”. Su hermana es la única que lo trata de hombre a tiempo completo. El día que él le dijo que era un hombre, ella lo abrazó y le dijo: “Yo te quiero como seas. Yo soy tu hermana y eso no va a cambiar”. Su abuela, de 77 años, en ocasiones lo llama por su nombre de nacimiento o usa pronombre femenino, y enseguida rectifica. A su padre lo ignora. De él no espera ni le interesa aprobación. Es feliz con el amor y la voluntad de su abuela, la complicidad de su hermana y la compañía de Mía y Blanca, sus perras, a quienes llama sus niñas.

Su madre ha sido, quizás, a la que más le ha costado, la más reacia, aunque reconoce que ha dado ligeros cambios y tenido gestos tiernos que agradece. Es ella la que le inyecta cada mes su dosis de testosterona. “Ella trata de entender, pero todavía. Todavía no lo tiene incorporado”, dice con una cierta tristeza en los ojos.

En la Facultad, donde estudia su tercer año de la Licenciatura en Bioanálisis Clínico, y donde trabaja también, cuenta que tratan de desgenerizarlo, es decir, para hablar con él optan por usar una forma de lenguaje que no involucre atribuirle algún género o pronombre, o siempre se les va algo en femenino: “Aunque tú no quieras revelar tu identidad, en los centros de trabajo siempre hay gente que tiene los datos e información de los trabajadores ‒explica‒. Una vez que las personas cisgénero1 te meten en su psicología como hombre o como mujer, es muy difícil que te traten diferente, aunque lo que vean delante de ellos sea una imagen contraria”.

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

Lo que más le molesta en el día a día es que, en procesos tan sencillos como sacar dinero en un banco, por ejemplo, miren su carnet, lo miren a él, y pregunten si es la misma persona. Considera que su identidad de género no es limitante, en sí misma, para el trabajo. Se ha dado cuenta de que en esta sociedad ser hombre tiene un plus. Y lo explica de la siguiente manera: “Te leen como hombre y, de alguna manera, te otorgan ciertos privilegios, limitados, pero ahí están, eso no ocurre con las mujeres trans”.

Su principal limitación para trabajar es la enfermedad que padece desde nacimiento, el Síndrome de Moebius, un trastorno neurológico poco frecuente que se caracteriza por una parálisis facial congénita, que provoca falta de expresión facial, estrabismo, retrasos motores, problemas auditivos y en el habla, entre otros. Fue diagnosticado recién nacido. Su madre tuvo a bien acelerarle el proceso de aprendizaje y, desde bien temprano, lo enseñó a leer, a escribir, y los colores, con el objetivo de compensar su dificultad comunicativa, sabiendo lo que le esperaba en esta sociedad capacitista.

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

A la par, desde muy pequeño, como un alto porcentaje de personas trans, descubrió que no estaba a gusto con el género que le habían asignado desde antes de nacer. La expresión de esta inconformidad de género, y su enfermedad, le hicieron ganarse no pocos episodios de acoso escolar. Aunque asegura que haber sido inteligente y sobresalir le permitió contrarrestar un poco el acoso. “Era complejista. Las infancias son crueles, tú sabes… pero también era muy inteligente. Pagaba el bullying con inteligencia”, cuenta. No obstante, dice haber tenido una red de amigos, nunca se encontró solo. Se sentía a gusto entre varones, pero al mismo tiempo no encajaba entre ellos. Andaba entonces con niñas. Tampoco hoy, asegura, se siente identificado con modelos tóxicos de masculinidad o con la masculinidad tradicional.

La incertidumbre de no saber qué pasaba con él, por qué no era un niño como los demás o por qué había nacido niña, fue de sus reclamos más hondos y solitarios. No quería que sus padres sufrieran a causa suya o por lo que consideraba un error. Lamentaba no poder hallar un nombre, una solución, o explicación para lo que le pasaba con su género. Debido a todo esto, en conjunción con su enfermedad, le daban crisis vagales, no podía hacer ejercicio, no podía hablar, no podía ser un niño normal. “Era frustrante no poder comunicarme bien, sobre todo por lo trans, que ya es difícil de comunicar. Yo me preguntaba: cómo voy a decirle a mi mamá que soy algo que ni siquiera sé explicar”.

En su día a día, para él lo más incapacitante es la disforia. Distingue dos: “Una social, esa no me afecta. Y una conmigo mismo, con mi cuerpo”, explica. Desea someterse a operaciones de afirmación de género que, de momento, en Cuba, parecen imposibles, dada la crisis del sistema médico general y el deterioro del Plan Nacional de Atención a Personas Trans. Reza porque al menos pueda continuar con sus hormonas. Cada bulbo de testosterona, que compra de manera clandestina, cuesta un salario promedio en Cuba.

En ocasiones la disforia no lo deja salir. La pasa mal. Por eso, a veces siente como una imposición algunas consignas bienintencionadas del activismo LGBTIQ, que pueden llegar a ser indolentes, frívolas, superficiales. Considera que, en aras de resistir frente a discursos transodiantes y ante personas que nos discriminan, se cae muchas veces en una especie de romantización de la experiencia trans. Se refiere, por supuesto, a las festividades de orgullo LGBTIQ, a las frases del tipo “siéntete orgulloso de ser gay, bi o trans”, y a etiquetas como “Trans is beautiful” que, a su modo de ver, rozan la positividad tóxica al estilo de los mensajes de “acéptate”, “ámate a ti mismo”, “te falta amor propio”.

“La gente se impacta cuando digo que no estoy orgulloso de ser trans. Eso no quiere decir que no me acepte. Estoy orgulloso de llegar hasta aquí, pero cómo voy a estar orgulloso de algo que no escogí, de una condición que me impusieron, que nos diagnosticaron”, plantea sin temor a que sus palabras sean malinterpretadas o agarradas por personas malintencionadas. Está convencido de que quien pretenda encontrar en sus palabras argumentos para invalidar las vivencias trans, so pretexto del interés en el bienestar de las infancias y adultos trans, no tiene interés real en el bienestar de ninguno ni en el respeto a los derechos humanos.

Denis Alex Pérez | Foto: Marcos Antonio Fernández

Referencias:

1 Cisgénero: neologismo para nombrar a las personas que se identifican con el género que le asignaron al nacer.

  • identidad de género
  • identidades en transición
  • transexualidad
  • hombre trans
  • masculinidades trans
  • derechos humanos

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Mel Herrera

Una Mel Herrera cualquiera.