Hoy me llamaron gorda, fea y cerda, sin yo preguntarles, sin pedirles su opinión acerca de mi cuerpo. Me llamaron gorda y por un segundo me lo creí. Me mandaron a hacer dieta, ejercicios, a bajar mi enorme panza, a tener menos tetas, menos grasa. Hablaron y hablaron de mí como si yo no estuviera allí.
Se rieron en mi cara: "si al menos fueras una gordi-buena, pero no lo eres y das asco".
Ellos no saben que esta "gorda" es feliz; que esta gorda lleva haciendo ejercicios hace un año, pero tiene una enfermedad que le dificulta la pérdida de peso. No saben que esta gorda pasó tiempo sin poder mirarse al espejo por comentarios como esos; que esta gorda sufrió depresión; que esta gorda se sentía fea y miserable cada vez que buscaba imágenes de muchachas bonitas en Internet y solo le aparecían esos cuerpos normativos que nada tenían que ver con el suyo.
Les interesa más el cómo luzco y no el cómo me siento. Es más fácil criticar, es más fácil hablar desde el desconocimiento; es más fácil decir que estoy romantizando la obesidad cuando lo único que se quiere es más apoyo y menos humillaciones. Lo único que se quiere es que los cuerpos gordos, como el mío, existan en paz.
