Cuando intentamos descubrir nuestra identidad, miramos hacia los medios. Cuando intentamos construir nuestra identidad con la necesidad de recurrir a ellos, el camino se hace difícil, y si estos se ocupan de mostrar únicamente estereotipos, la dificultad se duplica. Quiero pensar que me pasó igual que a muchos, no fue hasta los 19 años que conocí a una persona trans, los medios tampoco me habían ayudado a averiguarlo.
Entre los medios de comunicación el cine, por ejemplo, borró la transexualidad sistemáticamente durante casi todo su primer siglo de historia. Desde que comenzara a representarse en el cine Latinoamericano en la década de los 90, apenas se podía concebir un tratamiento que no fuera patologizador o caricaturesco.
Las identidades y sexualidades no normativas encontraron en el burlesque y en la cultura under un lugar de expresión. Pero a las personas transgénero, sin embargo, les tenían reservado siempre el quiste: personajes insalvables, depresivos y consumidos por las sustancias, expuestos a todo tipo de peligros y que, normalmente, terminan muertos. Si es al principio del filme, mejor.
Generar una ruptura y abrir la posibilidad de una lectura política del cuerpo y las violencias que se ejercen sobre él, se han convertido en el principal propósito del devenir trans cinematográfico. Parece que el sentido común se ha asentado y deja que sean las propias personas trans las que puedan interpretarse a sí mismas y aportar, con la experiencia de su propio tránsito, a la creación de la obra.
El cine es un espacio donde se puede gestar una pequeña comunidad creativa y que, a la vez, cuando estás contando tu propia historia, te sitúa en una posición vulnerable. El equipo todo se convierte en un espacio de cuidado, de amor, de afecto. Siento que he ayudado a hacer y eso me hace ser distinta.
Así culminó, la actriz y realizadora colombiana Juana Jiménez, las palabras de presentación de su ópera prima Harmonie, la reina de la noche (2020), cuya premiere en Cuba se realizó el pasado 17 de junio en la sede de la Galería Taller Gorría. la hoja de vida envidiable como actriz de Juana se suma este largometraje, cuyo elenco cuenta con artistas de talla internacional como Fernando El Flaco Solórzano, Mauricio Cujar o Franco Nero y que cuenta hasta el momento con 26 premios otorgados por diferentes festivales de cine a nivel mundial.
Durante la hora con 43 minutos que dura Harmonie… podemos asistir a un filme que, por momentos, se desdibuja entre ficción y documental. Se trata de individuos subalternos que intentan fortalecerse y ayudarse en un contexto adverso. Como protagonista, Diana, mujer transexual invierte la lógica del discurso reiterado de “por favor, acéptame” que muchas películas proponen.
En medio de todas las bondades que representa este personaje y la calma con lo que uno contempla su vida, la directora fue capaz de retratar y dejar en evidencia la incomprensión, el miedo y la crueldad. Sobre ella se van tejiendo situaciones absurdas, inescrupulosas y hasta criminales. Diana es ella y sus vivencias: víctima de violencia sexual por parte de un familiar, migrante, resucita un viejo cabaret, fue baleada, posteriormente apuñalada, sobrevive y exige justicia.
No se trata de una historia de víctimas. Lejos de señalar a nadie con el dedo, la película ahonda sobre la violencia soterrada en infinidad de actos cotidianos del espacio público y privado. Harmonie, la reina de la noche es, a la vez, tanto una historia simple de autoafirmación y de desafío a las normas como un ejercicio cognitivo de los matices de la identidad. Las complicaciones se extienden al título, es una película de valentía, de tristeza y de humanidad.
La película es psicológicamente astuta y socialmente consciente, pero también está llena de misterio y melodrama, con colores brillantes y matices emocionales. Quizá no te des cuenta sino hasta el final de que lo que has estado observando es el retrato de una realizadora en la agonía de la autocreación. Diana, entonces niña, llora y corre con lo que queda de su maquillaje hacia donde las gallinas. Allí, en una jaula, muchas veces devenida refugio y no barrera, asistimos al final de una película y al inicio de un camino que yo como persona cis no entiendo, ni entenderé jamás, pero cuya conmoción fue un hecho.