Las subalternas hablan y escriben

Equipo Editorial 31/3/2023
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Ilustración por Laura Guibert

No quisimos rendirnos ante el cansancio que nos han dejado tres años de crisis pandémica ni ante el recrudecimiento de las condiciones políticas -hostiles y represivas-, los niveles de pobreza y de desidia, y aquí estamos, inventándonos un sueño para quedarnos en la Isla, o para que acompañe a otras en sus viajes venideros.

Hemos asistido a la política, a los acontecimientos y debates más importantes que se han dado en los últimos tres años. Hemos participado de distintos movimientos, activismos y luchas. Nos metimos en el feminismo, el antirracismo, pasamos por el activismo LGBTIQ, publicamos en distintos medios, y a cada lugar que fuimos nos sentimos bienvenidas solo un rato.

El resto del tiempo no ha dejado de acompañarnos un sentimiento de subalternidad, de extrañeza; una sensación de ser ajenas, de que en determinados espacios y círculos ya no cabemos, que los análisis son insuficientes, que nos instrumentalizan, que estábamos ahí para cumplir la cuota interseccional, que nos quedamos fuera las mismas de siempre.

Hemos visto todo tipo de análisis, denuncias y tiraderas, desde la de Skakira y Piqué hasta la de nuestra intelectualidad. Y nos hemos quedado en todo con tanto que decir, que aportar. Tantos debates que ennegrecer, des-esencializar, des-biologizar. Ya no más. Calladas nunca más.

Las subalternas hablan y escriben.

Hoy retomamos dos preguntas que nos han impulsado en la creación de esta revista. La de Sojourner Truth: “¿Acaso no soy una mujer?”, interrogante fundacional del feminismo negro norteamericano que puso en jaque la noción de mujer en el sistema de género occidental. Y también la interrogante de la filósofa y feminista india Gayatri Spivak: “¿Pueden hablar los subalternos?” , a la cual le respondemos que sí. Podemos hablar, escribir, interpelar, llorar, discrepar, renunciar. Lo que no hemos sido es escuchadas ni respetadas. No nos escuchan ni leen.

Podemos crear juntas otros mundos posibles e inventarnos una revista para escucharnos y lanzar nuestros gritos. ¿Acaso no somos mujeres? ¿Acaso nuestros puntos de vista serán tenidos en cuenta? ¿Seremos escuchadas sin ser tildadas de agresivas, de divisorias, de acomplejadas? ¿Acaso nuestras preocupaciones y reivindicaciones abandonarán alguna vez ese lugar subalterno, esa especie de subregistro que se desempolva solo unos días al año para no ser señaladas de transfóbicas o racistas?

Con “Subalternas” también queremos ironizar. No asumimos el término acríticamente ni mucho menos como una identidad. Tiene que ver más con las temáticas que aborda que con cómo nos definimos las autoras y el equipo editorial, en tanto espacio digital que pretende reunir los sentires y preocupaciones de un grupo de mujeres “otras”, las no blanco-euroccidentales, las no cisheterosexuales, las no académicas, las no funcionales, las malqueridas, las despreciadas, las trabajadoras sexuales, las que habitamos alguna frontera, ya sea del género, racial o geográfica, las que vivimos en la orilla, como diría la afrofeminista lesbiana Audre Lorde. Y del mismo modo, las reflexiones y cuestionamientos de nuestros hombres, también subaltern(izad)os por las lógicas del capital, el racismo y la colonialidad de los poderes hegemónicos.

Nos mueven la ironía y el sarcasmo. Queremos hacerle creer al colonizador que nos identificamos con el lugar en que nos colocó, como la criada fingió sentir cariño por sus quehaceres y su cocina, y desde allí llevó a cabo sus conspiraciones y rebeliones contra sus amos. Nos situamos desde esa zona del no-ser para combatir los sistemas y narrativas que nos construyeron subalternas, trans, negras, lesbianas pobres, y hacerla nuestro espacio de lucha y resistencia.

“Y el riesgo que asumimos aquí -repetimos con la feminista negra brasileña Lélia González- es el del acto de hablar con todas las implicaciones. Exactamente porque hemos sido hablados e infantilizados (infans es aquel que aún no puede hablar, el niño sin voz propia, a quien nos referimos en tercera persona, porque habla por medio de la interpretación de los adultos) es que en este trabajo asumimos nuestro propio discurso. Es decir, la basura va a hablar, y de buenas.”

Somos porque antes de nosotras hubo y hay otras. Con otros proyectos y con otras perspectivas. Y de todas ellas, sus proyectos, iniciativas y revistas, hemos mamado. Su acompañamiento, conocimientos, jalones de oreja, consejos y legado nos han traído hasta aquí, y nos sentimos sumamente agradecidas.

La expansión de la telefonía móvil y del acceso a Internet en la década pasada, posibilitaron el surgimiento de nuevos medios que, sin dudas, enriquecieron el territorio digital cubano y han incidido definitivamente en la opinión pública, la política y la diversificación de los debates sociales.

El creciente interés por el periodismo literario y el análisis político –aquí “política” entendida como emplazamiento y rendición de cuentas a la clase gubernamental– y el empeño en hallar nuevas formas de contar Cuba, no opacaron, sin embargo, la necesidad de abordar otras temáticas que, de cierta manera, constituyen otras formas de entender la realidad cubana y sus procesos políticos.

Columnas, secciones, suplementos y medios alternativos como Tremenda Nota, Q de Cuir, Alas Tensas, Matria, Afrocubanas, entre otros, nacieron con el objetivo de abordar específicamente y, al mismo tiempo eslabonadas con otros vectores de análisis, temáticas como feminismo, género, racismo, derechos LGBTIQ, etc.

Sin embargo, nos encontramos en un momento de crisis de la prensa independiente y de los medios digitales en Cuba como consecuencia de su criminalización. Medios que ejercían el periodismo independiente y la opinión política han perdido a parte del equipo, sus directores, reporteros y colaboradores; en su mayoría, forzados a exiliarse o a abandonar el medio y la profesión.

Entretanto, en aquellos donde se abordan temáticas que no parecen ser de interés para la Seguridad del Estado y que han podido continuar con un pequeño margen de tranquilidad, se hacen notables el desgaste, la desidia y la falta de fondos económicos para sostener estándares de calidad, periodicidad e incluso los sitios webs.

No obstante, ya desde antes de este momento crítico se hacía evidente la ausencia de medios que abordaran con un enfoque nuevo temáticas que hasta ahora han sido cubiertas y otras que no acaparan del mismo modo la atención mediática.

Tanto como lectoras y como autoras extrañábamos un medio de comunicación donde nos sintiéramos cómodas, disfrutáramos escribiendo sobre los temas que nos apasionan y pudiéramos difundir nuestras experiencias y conocimientos arrojando luces sobre aquellas zonas y perspectivas que rara vez se toman en cuenta.

Se nos hacía necesario un espacio cuyo foco central fuera el análisis de la colonialidad imbricada con la experiencia trans, la clase, las opresiones múltiples y la problematización de algunas nociones, lemas y narrativas provenientes de luchas sociales, los cuales han devenido dogmas; donde mujeres trans, travestis, negras, afrodescendientes, periféricas, pobres, apareciéramos como voceras de nuestras experiencias y conocimiento encarnado, y no como un anexo o coletilla de proyectos inclusivos, progresistas o falsamente interseccionales.

En este sentido y ante la necesidad de paliar también la crisis actual insuflando aires frescos al entorno digital cubano y de contrarrestar la expansión de un movimiento global antitrans, bien conectado con la actualización constante del patriarcado colonial, de cuya incidencia Cuba no está ajena, nació la idea de fundar Subalternas, un medio digital para:

  • Analizar todo tipo de fenómenos sociales, políticos y culturales que ocurran fundamentalmente en la Isla, aportando un enfoque transfeminista y decolonial, esto es, alejado de presupuestos universalistas, blanco-centrados, cis-hetero-sexistas y biologicistas o bien poniendo el foco en aquellas zonas que escapan del fenómeno mediático.
  • Crear un espacio seguro para la divulgación de experiencias, conocimientos, análisis, saberes y sentires de cuerpos e identidades de sujetos colonizados y subaltern(izad)os, a saber, aquellas personas que no habitamos lo “humano” o que somos consideradas mujeres “otras” o “no mujeres” , ya que no satisfacemos la idea de mujer universal y desobedecemos el autoritarismo sexual y de género: personas trans, negras y afrodescendientes del Caribe, específicamente de Cuba y de su Diáspora.
  • Amplificar el conocimiento producido por sujetos subaltern(izad)os que se ignora y se borra como resultado de los patrones de colonialidad saber/poder; responsables de que no se nos reconozca como sujetos autorizados para la producción de conocimiento encarnado, sino como objetos de estudio, voces que necesitan interlocutores válidos y tutelaje por parte de académicos blancos, cisgénero, heterosexuales.
  • Combatir el separatismo de género, los bulos antiderechos, las narrativas antitrans, los estereotipos raci-clasistas, el feminismo blanco-centrado y trans-excluyente.
  • Proponer estrategias de emancipación colectivas e integradoras dada la necesidad de una lucha simultánea contra todos los sistemas opresivos, que al mismo tiempo señalen los riesgos de diseccionar las luchas y de hacerlas impermeables al “Otro”, so pretexto de su zona de enunciación.

No somos una revista separatista. Y no podríamos serlo de ninguna manera. Es un lujo que no podemos darnos. Las que puedan, se les respeta. Creemos como nuestras hermanas de la Colectiva Río Combahee que el separatismo de género es blanco, racista y no está ayudando a construir una sociedad mejor: “Tenemos bastante crítica y odio a lo que la sociedad ha hecho de los hombres (…) Pero no tenemos la noción descabellada de que esto sucede por ser hombres en sí. Luchamos juntas con los hombres negros contra el racismo, mientras también luchamos con hombres negros sobre el sexismo”.

Aquí los hombres son bienvenidos, siempre y cuando se cuestionen desde qué lugar social vienen y no repliquen patrones tóxicos de masculinidad, racismo, misoginia y sexismo. Son bienvenidos, porque también hay hombres subalternos, despreciados, inferiorizados. Queremos hacer comunidad con los perdedores, con los otros tirados en el camino. No vamos a sucumbir a facilismos y divisiones esencialistas de género del tipo “una fila de hembras y una de varones” que tanto daño nos causó a las disidencias de género en la infancia.

No nos interesa la enumeración de opresiones ni queremos someter a nadie a un ejercicio de mea culpa por ser blanco, cis, hetero, etc. Queremos problematizar esas categorías desde otras zonas. Si nos quedamos en la mera enumeración, solo conseguiremos abrir más la brecha que no nos permite entendernos ni construir un espacio de verdadera transformación colectiva. Tampoco nos interesan las olimpiadas de las opresiones ni señalar en vano, por un ejercicio banal, sin sentido político, quién es el más opresor de los opresores ni la más oprimida de las oprimidas.

Queremos acariciarnos entre nosotras. Que este sea un espacio donde quepamos todas las “otras” , las que siempre nos quedamos por fuera: las robamaridos, las queridas, las malqueridas, las destructoras de hogares, las malas mujeres, las malas feministas, las indecentes, las adora penes, las que lloran y no facturan, las que ni siquiera se pueden permitir llorar, las que no pueden alesbianarse y les han hecho sentir menos radicales, menos feministas, menos liberadas; las que no ven con buenos ojos construir a todos los hombres y al pene, ya sea literal o simbólicamente, en el patriarcado.

No queremos un mundo solo de mujeres. No queremos un mundo de hombres, hombres negros y pobres en las cárceles. Un mundo solo de mujeres donde haya transfóbicas, racistas, salvadoras blancas, no es un mundo más seguro por el hecho hipotético de que hayamos acabado con la dominación masculina, las violencias machistas y el patriarcado, teniendo en cuenta que las tres anteriores son situaciones políticas que podemos encarnar mujeres, y en efecto, las encarnamos.

No habrá alianzas con todas, puesto que no nos interesa hacer alianza con todas por el hecho de ser mujeres. Se puede ser mujer y violenta. Se puede ser mujer y neonazi. Se puede ser mujer y fascista. Ahí tenemos a las feministas radicales trans-excluyentes. No podemos ser sororas con todas. No tenemos que ser sororas por un designio esencialista y biológico.

Aun así, aquí caben las Clara Chía que no rompieron ninguna relación, y también las Shakiras que expresan su rabia como pueden. Basta de tanta colonialidad del sentir, ese patrón de control de las emociones y sentimientos que dicta cuales son los gestos y emociones de los buenos ciudadanos, educados y civilizados en este orden neocolonial.

Tampoco nos interesa una agenda solo basada en el género y en tumbar el patriarcado. Queremos preguntarnos qué estamos entendiendo por patriarcado y en qué cuerpos lo hemos cristalizado. Queremos tumbar el patriarcado, el racismo, la transfobia, el capacitismo, los estados autoritarios, la lógica colonial, otras políticas y sistemas que nos conducen a la pobreza, al hambre y a la muerte.

No nos podrían molestar las denuncias de violencias de género. Las que formamos parte del equipo de esta revista somos activas denunciantes de los casos de violencia de género hacia las mujeres y miramos con preocupación el alza de los feminicidios y de la violencia por motivos políticos. Lo que nos inquieta a unas cuantas es cómo el acoso sexual y la violencia machista acapara la atención del movimiento, alimentando la idea de que las mujeres negras, por ejemplo, tienen que elegir si son mujeres o si son negras, o que el feminismo no es la madre de todas las luchas como si la raza no afectara la condición de la mujeres negras.

La agenda contra la violencia de género es ampliamente movilizadora. Y sin embargo no ocurre lo mismo con la clase, la pobreza y las políticas que provocan muerte, que higienizan desde el centro hacia las periferias, orillando a las comunidades más empobrecidas, casi siempre afrodescendientes, casi siempre mujeres también las más perjudicadas.

El reto es grande. Nos enfrentamos no solo a un escenario antitrans, antifeminista, misógino, polarizado, cargado de discursos de odio y desinformación, también a una comunidad de lectores agotada. Necesitada de nuevas y frescas lecturas, aunque el fenómeno sea viejo. Nos conformamos con proponernos todo esto al menos, aunque por el camino finalmente nos puedan el cansancio, la falta de recursos económicos, el acoso.

Lo que no podíamos era abandonar este sueño sin al menos haberlo intentado. Lo que no podíamos era seguir calladas con miedo a que nuestras palabras no sean bienvenidas ni escuchadas. Como nos recuerda siempre Audre Lorde, aunque no lo hagamos, igual tendremos miedo, igual nos sentiremos dañadas e incomprendidas: “Por eso, es mejor hablar recordando que supuestamente, no íbamos a sobrevivir”.

Equipo editorial, 31 de marzo de 2023, en el Día Internacional de la Visibilidad Trans.


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